8
Pues en ese día,
—dice el Señor
de los Ejércitos Celestiales—,
quebraré el yugo de sus cuellos
y romperé sus cadenas.
Los extranjeros no serán más sus amos.
9
Pues mi pueblo servirá al Señor
su Dios
y a su rey, descendiente de David,
el rey que yo le levantaré.
10
»Así que no temas, Jacob, mi siervo;
no te dejes abatir, Israel
—dice el Señor
—.
Pues desde tierras lejanas los traeré de regreso a casa,
y sus hijos regresarán del destierro.
Israel regresará a una vida de paz y tranquilidad,
y nadie lo atemorizará.
11
Yo estoy contigo y te salvaré
—dice el Señor
—.
Destruiré por completo a las naciones entre las cuales te esparcí,
pero a ti no te destruiré por completo.
Te disciplinaré, pero con justicia;
no puedo dejarte sin castigo».
12
Esto dice el Señor
:
«Tu lesión es incurable,
una herida terrible.
13
No hay nadie que te ayude
ni que vende tu herida.
Ningún medicamento puede curarte.
14
Todos tus amantes, tus aliados, te han abandonado
y ya no se interesan por ti.
Te he herido cruelmente
como si fuera tu enemigo.
Pues tus pecados son muchos
y tu culpa es grande.
15
¿Por qué te quejas de tu castigo,
de esta herida que no tiene cura?
He tenido que castigarte
porque tus pecados son muchos
y tu culpa es grande.
16
»Pero todos los que te devoran serán devorados,
y todos tus enemigos serán enviados al destierro.
Todos los que te saquean serán saqueados,
y todos los que te atacan serán atacados.
17
Te devolveré la salud
y sanaré tus heridas —dice el Señor
—,
aunque te llamen desechada, es decir,
“Jerusalén,
de quien nadie se interesa”».
18
Esto dice el Señor
:
«Cuando del cautiverio traiga a Israel de regreso a casa
y cuando restablezca su bienestar,
Jerusalén será reedificada sobre sus ruinas
y el palacio reconstruido como antes.