1
Inclina, oh SEÑOR, tu oído y respóndeme, porque estoy afligido y necesitado.
2
Guarda mi alma, pues soy piadoso; tú eres mi Dios; salva a tu siervo que en ti confía.
3
Ten piedad de mí, oh Señor, porque a ti clamo todo el día.
4
Alegra el alma de tu siervo, porque a ti, oh Señor, elevo mi alma.
5
Pues tú, Señor, eres bueno y perdonador, abundante en misericordia para con todos los que te invocan.
6
Escucha, oh SEÑOR, mi oración, y atiende a la voz de mis súplicas.
7
En el día de la angustia te invocaré, porque tú me responderás.
8
No hay nadie como tú entre los dioses, oh Señor, ni hay obras como las tuyas.
9
Todas las naciones que tú has hecho vendrán y adorarán delante de ti, Señor, y glorificarán tu nombre.
10
Porque tú eres grande y haces maravillas; sólo tú eres Dios.
11
Enséñame, oh SEÑOR, tu camino; andaré en tu verdad; unifica mi corazón para que tema tu nombre.
12
Te daré gracias, Señor mi Dios, con todo mi corazón, y glorificaré tu nombre para siempre.
13
Porque grande es tu misericordia para conmigo, y has librado mi alma de las profundidades del Seol.
14
Oh Dios, los arrogantes se han levantado contra mí, y una banda de violentos ha buscado mi vida, y no te han tenido en cuenta.
15
Mas tú, Señor, eres un Dios compasivo y lleno de piedad, lento para la ira y abundante en misericordia y verdad.
16
Vuélvete hacia mí, y tenme piedad; da tu poder a tu siervo, y salva al hijo de tu sierva.
17
Muéstrame una señal de bondad, para que la vean los que me aborrecen y se averguencen, porque tú, oh SEÑOR, me has ayudado y consolado.