7
Esta mañana me pidió permiso para recoger grano detrás de los segadores. Desde que llegó no ha dejado de trabajar con esmero, excepto por unos momentos de descanso en el refugio.
8
Booz se acercó a Rut y le dijo:
—Escucha, hija mía. Quédate aquí mismo con nosotros cuando recojas grano; no vayas a ningún otro campo. Sigue muy de cerca a las jóvenes que trabajan en mi campo.
9
Fíjate en qué parcela están cosechando y síguelas. Advertí a los hombres que no te traten mal. Y cuando tengas sed, sírvete del agua que hayan sacado del pozo.
10
Entonces Rut cayó a sus pies muy agradecida.
—¿Qué he hecho para merecer tanta bondad? —le preguntó—. No soy más que una extranjera.
11
—Sí, lo sé —respondió Booz—; pero también sé todo lo que has hecho por tu suegra desde la muerte de tu esposo. He oído que dejaste a tu padre y a tu madre, y a tu tierra natal, para vivir aquí entre gente totalmente desconocida.
12
Que el Señor
, Dios de Israel, bajo cuyas alas viniste a refugiarte, te recompense abundantemente por lo que hiciste.
13
—Espero continuar siendo de su agrado, señor —respondió ella—. Usted me consoló al hablarme con tanta bondad, aunque ni siquiera soy una de sus trabajadoras.
14
Después, a la hora de comer, Booz la llamó:
—Ven aquí y sírvete de la comida. Puedes mojar tu pan en el vinagre.
De modo que Rut se sentó junto a los cosechadores, y Booz le dio a comer grano tostado. Ella comió todo lo que quiso y hasta le sobró.
15
Cuando Rut regresó a trabajar, Booz ordenó a sus trabajadores:
—Déjenla recoger espigas aun entre las gavillas, y no se lo impidan.
16
Además, arranquen de los manojos algunas espigas de cebada y déjenlas caer a propósito. ¡Permítanle recogerlas y no la molesten!
17
Así que Rut recogió cebada allí todo el día y, cuando la desgranó por la tarde, llenó toda una canasta.