3
Castigaré a sus descendientes y a ustedes les salpicaré la cara con el estiércol de los animales que sacrifican en sus festivales y luego los arrojaré sobre el montón de estiércol.
4
Entonces por fin sabrán que fui yo quien les envió esta advertencia, para que mi pacto con los levitas continúe, dice el Señor
de los Ejércitos Celestiales.
5
»El propósito de mi pacto con los levitas era darles vida y paz y eso fue lo que les di. De ellos se requería que me reverenciaran, y lo hicieron en gran manera y temieron mi nombre.
6
Comunicaron al pueblo la verdad de las instrucciones que recibieron de mí. No mintieron ni estafaron; anduvieron conmigo y llevaron vidas buenas y justas e hicieron volver a muchas personas de sus vidas pecaminosas.
7
»Las palabras que salen de la boca de un sacerdote deberían conservar el conocimiento de Dios y la gente debería acudir a él para recibir instrucción, porque el sacerdote es el mensajero del Señor
de los Ejércitos Celestiales.
8
No obstante, ustedes, sacerdotes, han abandonado los caminos de Dios. Sus instrucciones hicieron que muchos cayeran en pecado. Corrompieron el pacto que hice con los levitas —dice el Señor
de los Ejércitos Celestiales—.
9
Por lo tanto, yo los he vuelto despreciables y los he humillado ante los ojos de todo el pueblo. Pues no me obedecieron sino que mostraron favoritismo en su forma de llevar a la práctica mis instrucciones».
10
Un llamado a la fidelidad
¿No somos hijos del mismo Padre? ¿No fuimos creados por el mismo Dios? Entonces, ¿por qué nos traicionamos unos a otros, violando el pacto de nuestros antepasados?
11
Judá ha sido infiel y se ha hecho una cosa detestable en Israel y en Jerusalén. Los hombres de Judá han contaminado el amado santuario del Señor
, al casarse con mujeres que rinden culto a ídolos.
12
Que el Señor
arranque de la nación de Israel
hasta el último de los hombres que haya hecho esto y que aun así lleva una ofrenda al Señor
de los Ejércitos Celestiales.
13
Esta es otra cosa que hacen: cubren el altar de Dios con lágrimas; lloran y gimen porque él no presta atención a sus ofrendas ni las acepta con agrado.