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A los segadores se les paga un buen salario, y los frutos que cosechan son personas que pasan a tener la vida eterna. ¡Qué alegría le espera tanto al que siembra como al que cosecha!
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Ya saben el dicho: “Uno siembra y otro cosecha”, y es cierto.
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Yo los envié a ustedes a cosechar donde no sembraron; otros ya habían hecho el trabajo, y ahora a ustedes les toca levantar la cosecha.
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Muchos samaritanos creen
Muchos samaritanos de esa aldea creyeron en Jesús, porque la mujer había dicho: «¡Él me dijo todo lo que hice en mi vida!».
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Cuando salieron a verlo, le rogaron que se quedara en la aldea. Así que Jesús se quedó dos días,
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tiempo suficiente para que muchos más escucharan su mensaje y creyeran.
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Luego le dijeron a la mujer: «Ahora creemos, no solo por lo que tú nos dijiste, sino porque lo hemos oído en persona. Ahora sabemos que él es realmente el Salvador del mundo».
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Jesús sana al hijo de un funcionario
Pasados los dos días, Jesús siguió camino a Galilea.
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Él mismo había declarado que un profeta no recibe honra en su propio pueblo.
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Sin embargo, los galileos lo recibieron bien, porque habían estado en Jerusalén durante la celebración de la Pascua y habían visto todo lo que él hizo allí.
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En su paso por Galilea, Jesús llegó a Caná, donde había convertido el agua en vino. Cerca de allí, en Capernaúm, había un funcionario de gobierno que tenía un hijo muy enfermo.