10
Las más altas autoridades de la ciudad se quedaban calladas,
y refrenaban la lengua en señal de respeto.
11
»Los que me oían, me elogiaban;
los que me veían hablaban bien de mí.
12
Pues yo ayudaba a los pobres en su necesidad
y a los huérfanos que requerían ayuda.
13
Ayudaba a los que estaban sin esperanza y ellos me bendecían;
y hacía que cantara de alegría el corazón de las viudas.
14
Siempre me comportaba con honradez;
la rectitud me cubría como un manto
y usaba la justicia como un turbante.
15
Yo era los ojos de los ciegos,
y los pies de los cojos.
16
Era un padre para los pobres
y ayudaba a los extranjeros en necesidad.
17
Rompía la cara de los opresores incrédulos
y arrancaba a sus víctimas de entre sus dientes.
18
»Yo pensaba: “Ciertamente moriré rodeado de mi familia
después de una larga y buena vida.
19
Pues soy como un árbol con raíces que llegan al agua,
con ramas que se refrescan con el rocío.
20
Todo el tiempo me rinden nuevos honores
y mi fuerza se renueva continuamente”.