2
«Hoy mi queja todavía es amarga,
y me esfuerzo por no gemir.
3
Si tan solo supiera dónde encontrar a Dios,
iría a su tribunal.
4
Expondría mi caso
y presentaría mis argumentos.
5
Luego escucharía su respuesta
y entendería lo que me dijera.
6
¿Usaría su inmenso poder para discutir conmigo?
No, él me daría un juicio imparcial.
7
Las personas sinceras pueden razonar con él,
así que mi juez me absolvería para siempre.
8
Voy hacia el oriente, pero él no está allí;
voy hacia el occidente, pero no puedo encontrarlo.
9
No lo veo en el norte, porque está escondido;
miro al sur, pero él está oculto.
10
»Sin embargo, él sabe a dónde yo voy;
y cuando me ponga a prueba, saldré tan puro como el oro.
11
Pues he permanecido en las sendas de Dios;
he seguido sus caminos y no me he desviado.
12
No me he apartado de sus mandatos,
sino que he atesorado sus palabras más que la comida diaria.