1
Octavo discurso de Job: respuesta a Elifaz
Entonces Job volvió a hablar:
2
«Hoy mi queja todavía es amarga,
y me esfuerzo por no gemir.
3
Si tan solo supiera dónde encontrar a Dios,
iría a su tribunal.
4
Expondría mi caso
y presentaría mis argumentos.
5
Luego escucharía su respuesta
y entendería lo que me dijera.
6
¿Usaría su inmenso poder para discutir conmigo?
No, él me daría un juicio imparcial.
7
Las personas sinceras pueden razonar con él,
así que mi juez me absolvería para siempre.
8
Voy hacia el oriente, pero él no está allí;
voy hacia el occidente, pero no puedo encontrarlo.
9
No lo veo en el norte, porque está escondido;
miro al sur, pero él está oculto.
10
»Sin embargo, él sabe a dónde yo voy;
y cuando me ponga a prueba, saldré tan puro como el oro.
11
Pues he permanecido en las sendas de Dios;
he seguido sus caminos y no me he desviado.
12
No me he apartado de sus mandatos,
sino que he atesorado sus palabras más que la comida diaria.
13
Pero una vez que él haya tomado su decisión, ¿quién podrá hacerlo cambiar de parecer?
Lo que quiere hacer, lo hace.
14
Por lo tanto, él hará conmigo lo que tiene pensado;
él controla mi destino.
15
Con razón estoy tan aterrado ante su presencia;
cuando lo pienso, el terror se apodera de mí.
16
Dios me ha enfermado el corazón;
el Todopoderoso me ha aterrado.
17
No me han destruido las tinieblas que me rodean;
ni la densa e impenetrable oscuridad que está por todas partes.