19
»Ustedes dicen: “Bien, ¡al menos Dios castigará a los hijos de ellos!”;
pero yo digo que él debería castigar a los que pecan
para que comprendan su juicio.
20
Que vean con sus propios ojos su destrucción,
y beban en abundancia del enojo del Todopoderoso.
21
Pues, después de muertos,
no les importará lo que le suceda a su familia.
22
»Pero ¿quién podrá enseñarle algo a Dios,
si es él quien juzga aun a los más poderosos?
23
Una persona muere próspera,
muy cómoda y segura,
24
la viva imagen de la salud,
en excelente forma y llena de vigor.
25
Otra persona muere en amarga pobreza,
sin haber saboreado nunca de la buena vida.
26
Sin embargo, a los dos se les entierra en el mismo polvo;
los mismos gusanos los comen a ambos.
27
»Miren, yo sé lo que están pensando;
conozco los planes que traman contra mí.
28
Me hablarán de gente rica y malvada,
cuyas casas desaparecieron a causa de sus pecados;
29
pero pregunten a los que han visto mucho mundo
y ellos les dirán la verdad.
30
Los malvados se salvan en tiempos de calamidad
y se les permite escapar del desastre.
31
Nadie los critica abiertamente
ni les dan su merecido por lo que hicieron.
32
Cuando los llevan a la tumba,
una guardia de honor vigila su sepultura.
33
Un gran cortejo fúnebre va al cementerio.
Muchos presentan sus respetos cuando los sepultan
y descansan en paz bajo tierra.
34
»¿Cómo podrán consolarme sus frases huecas?
¡Todas sus explicaciones son mentiras!».