9
La habríamos ayudado si hubiéramos podido,
pero ya nada se puede hacer por ella.
Déjenla ir; abandónenla.
Regresen ahora a su propio país.
Pues su castigo llega hasta los cielos;
es tan grande que no se puede medir.
10
El Señor
nos ha hecho justicia.
Vengan, anunciemos en Jerusalén
todo lo que hizo el Señor
nuestro Dios.
11
¡Afilen las flechas!
¡Alcen los escudos!
Pues el Señor
ha incitado a los reyes de Media
a que marchen contra Babilonia y la destruyan.
Esta es su venganza contra los que
profanaron su templo.
12
¡Levanten la bandera de guerra contra Babilonia!
Refuercen la guardia y pongan centinelas.
Preparen la emboscada
porque el Señor
llevará a cabo todos sus planes contra Babilonia.
13
Tú eres una ciudad junto a un gran río,
un gran centro comercial,
pero tu fin ha llegado.
Se cortó el hilo de tu vida.
14
El Señor
de los Ejércitos Celestiales hizo este voto
y lo juró por su propio nombre:
«Tus ciudades se llenarán de enemigos,
como campos plagados de langostas,
y cantarán victoria sobre ti».
15
Himno de alabanza al Señor
El Señor
hizo la tierra con su poder
y la preserva con su sabiduría.
Con su propia inteligencia
desplegó los cielos.
16
Cuando habla en los truenos
los cielos se llenan de agua.
Él hace que las nubes se levanten sobre la tierra.
Envía el relámpago junto con la lluvia
y suelta el viento de sus depósitos.
17
¡Toda la raza humana es necia y le falta conocimiento!
Los artesanos quedan deshonrados por los ídolos que hacen,
porque sus obras hechas con tanto esmero son un fraude.
Estos ídolos no tienen ni aliento ni poder.
18
Los ídolos son inútiles; ¡son mentiras ridículas!
En el día del juicio todos serán destruidos.
19
¡Pero el Dios de Israel
no es ningún ídolo!
Él es el Creador de todo lo que existe,
incluido su pueblo, su posesión más preciada.
¡El Señor
de los Ejércitos Celestiales es su nombre!
20
Gran castigo de Babilonia
«Tú
eres mi hacha de guerra y mi espada
—dice el Señor
—.
Contigo destrozaré naciones
y destruiré muchos reinos.
21
Contigo destrozaré ejércitos,
destruiré al caballo y al jinete,
al carro de guerra y al conductor.
22
Contigo destrozaré a hombres y a mujeres,
a ancianos y a niños,
a jóvenes y a doncellas.
23
Contigo destrozaré a pastores y rebaños,
a campesinos y bueyes,
a capitanes y a oficiales.
24
»Le daré a Babilonia y a sus habitantes
el pago que se merecen
por todo el mal que le hizo
a mi pueblo en Jerusalén», dice el Señor
.
25
«¡Mira, oh poderosa montaña, destructora de la tierra!
Yo soy tu enemigo —dice el Señor
—.
Levantaré mi puño contra ti,
para derribarte desde las cumbres.
Cuando termine contigo
no serás más que un montón de escombros quemados.
26
Para siempre quedarás desolada;
aun tus piedras no volverán a usarse para construir.
Te aniquilarán por completo»,
dice el Señor
.
27
Levanten una bandera de señales a las naciones.
¡Hagan sonar el grito de guerra!
Movilicen a todas contra Babilonia.
¡Prepárenlas para luchar contra ella!
Convoquen a los ejércitos de Ararat, Mini y Asquenaz.
¡Nombren a un comandante
y traigan una multitud de caballos como una nube de langostas!
28
Levanten contra ella a los ejércitos de las naciones
dirigidos por los reyes de Media
y por todos sus capitanes y oficiales.
29
La tierra tiembla y se retuerce de dolor,
porque todos los planes del Señor
contra Babilonia no han cambiado.
Babilonia quedará desolada, sin un solo habitante.
30
Sus guerreros más poderosos ya no luchan más.
Permanecen en sus cuarteles, sin valentía;
se volvieron como mujeres.
Los invasores quemaron las casas
y derribaron las puertas de la ciudad.
31
Las noticias se transmiten de un mensajero al otro,
al paso que los mensajeros se apuran a avisarle al rey
que la ciudad ha sido tomada.
32
Se han cortado todas las rutas de fuga.
Los pantanos están en llamas
y el ejército se llenó de pánico.
33
Esto dice el Señor
de los Ejércitos Celestiales,
Dios de Israel:
«Babilonia es como el trigo en el campo de trillar
a punto de ser pisoteado.
Dentro de poco,
comenzará la cosecha».
34
«Nabucodonosor,
rey de Babilonia, nos devoró, nos aplastó
y nos dejó sin fuerzas.
Nos tragó como un gran monstruo
y llenó su barriga con nuestras riquezas.
Nos echó de nuestro propio país.
35
Hagan que Babilonia sufra como nos hizo sufrir a nosotros
—dice la gente de Sión—.
Hagan que el pueblo de Babilonia pague por derramar nuestra sangre»,
dice Jerusalén.
36
Venganza del Señor
sobre Babilonia
Esto dice el Señor
a Jerusalén:
«Yo seré tu abogado para defender tu causa
y te vengaré.
Secaré su río,
tal como sus fuentes de agua,
37
y Babilonia se convertirá en un montón de ruinas,
frecuentada por chacales.
Será objeto de horror y menosprecio,
un lugar donde no vive nadie.
38
Sus habitantes rugirán juntos como leones fuertes;
gruñirán como cachorros de león.
39
Y mientras estén sonrojados por el vino,
les prepararé otra clase de banquete.
Los haré beber hasta que se duerman
y nunca se despertarán
—dice el Señor
—.