2
Después, cuando jures por mi nombre diciendo:
“Tan cierto como que el Señor
vive”,
lo podrías hacer
con verdad, justicia y rectitud.
Entonces serías una bendición a las naciones del mundo,
y todos los pueblos vendrían y alabarían mi nombre».
3
Se acerca el juicio a Judá
Esto dice el Señor
a la gente de Judá y de Jerusalén:
«¡Pasen el arado por el terreno endurecido de sus corazones!
No desperdicien la buena semilla entre los espinos.
4
Oh habitantes de Judá y de Jerusalén,
renuncien a su orgullo y a su poder.
Cambien la actitud del corazón ante el Señor
,
o mi enojo arderá como fuego insaciable
debido a todos sus pecados.
5
»¡Griten a la gente de Judá y proclamen a los de Jerusalén!
Díganles que toquen alarma en toda la tierra:
“¡Corran y salven sus vidas!
¡Huyan a las ciudades fortificadas!”.
6
Levanten una bandera de señales como una advertencia para Jerusalén:
“¡Huyan de inmediato! ¡No se demoren!”.
Pues desde el norte traigo una
terrible destrucción sobre ustedes».
7
Desde su guarida un león acecha,
un destructor de naciones.
Ha salido de su guarida y se dirige hacia ustedes.
¡Arrasará su tierra!
Sus ciudades quedarán en ruinas,
y ya nadie vivirá en ellas.
8
Así que póngase ropa de luto
y lloren con el corazón destrozado,
porque la ira feroz del Señor
todavía está sobre nosotros.
9
«En aquel día —dice el Señor
—,
el rey y los funcionarios temblarán de miedo.
Los sacerdotes quedarán paralizados de terror
y los profetas, horrorizados».
10
Entonces dije: «Oh Señor
Soberano,
el pueblo ha sido engañado por lo que dijiste,
porque prometiste paz para Jerusalén.
¡Sin embargo, la espada está en su cuello!».
11
Se acerca la hora en que el Señor
dirá
a la gente de Jerusalén:
«Mi querido pueblo, desde el desierto sopla un viento abrasador,
y no la brisa suave que se usa para separar la paja del grano.
12
¡Es una ráfaga estrepitosa que yo envié!
¡Ahora pronuncio la destrucción contra ti!».