8
Pues los traeré del norte
y de los extremos más lejanos de la tierra.
No me olvidaré del ciego ni del cojo,
ni de las mujeres embarazadas ni de las que están en trabajo de parto.
¡Volverá un enorme grupo!
9
Por sus rostros correrán lágrimas de alegría,
y con mucho cuidado los guiaré a casa.
Caminarán junto a arroyos quietos
y por caminos llanos donde no tropezarán.
Pues soy el padre de Israel,
y Efraín es mi hijo mayor.
10
»Ustedes, naciones del mundo,
escuchen este mensaje del Señor
;
proclámenlo en las costas lejanas:
El Señor
que dispersó a su pueblo,
lo reunirá y lo cuidará
como hace un pastor con su rebaño.
11
Pues el Señor
ha rescatado a Israel
de manos más fuertes.
12
Vendrán a su tierra y entonarán canciones de alegría en las alturas de Jerusalén.
Estarán radiantes debido a los buenos regalos del Señor
:
abundancia de grano, vino nuevo y aceite de oliva,
y los rebaños y las manadas saludables.
Su vida será como un jardín bien regado
y desaparecerán todas sus tristezas.
13
Las jóvenes danzarán de alegría
y los hombres —jóvenes y viejos— se unirán a la celebración.
Convertiré su duelo en alegría.
Los consolaré y cambiaré su aflicción en regocijo.
14
Los sacerdotes disfrutarán de la abundancia,
y mi pueblo se saciará de mis buenos regalos.
¡Yo, el Señor
, he hablado!».
15
La tristeza de Raquel se torna en alegría
Esto dice el Señor
:
«En Ramá se oye una voz,
profunda angustia y llanto amargo.
Raquel llora por sus hijos,
se niega a que la consuelen,
porque sus hijos se han ido».
16
Pero ahora esto dice el Señor
:
«No llores más,
porque te recompensaré —dice el Señor
—.
Tus hijos volverán a ti
desde la tierra lejana del enemigo.
17
Hay esperanza para tu futuro —dice el Señor
—.
Tus hijos volverán a su propia tierra.
18
Oí a Israel
decir:
“Me disciplinaste severamente,
como a un becerro que necesita ser entrenado para el yugo.
Hazme volver a ti y restáurame,
porque solo tú eres el Señor
mi Dios.