3
Entonces el Señor
dijo a Isaías: «Toma a tu hijo Sear-jasub
y ve al encuentro del rey Acaz. Lo encontrarás al final del acueducto que conduce el agua al estanque superior, cerca del camino que lleva al campo donde se lavan
las telas.
4
Dile que deje de preocuparse; que no hay por qué temer a la ira feroz de esos dos tizones apagados que son Rezín, rey de Aram y Peka, hijo de Remalías.
5
Es verdad que los reyes de Aram y de Israel han conspirado contra él diciendo:
6
“Atacaremos a Judá y lo conquistaremos y pertenecerá a nosotros. Después pondremos en el trono de Judá al hijo de Tabeel”.
7
Pero esto dice el Señor
Soberano:
»“Esta invasión nunca sucederá,
nunca se llevará a cabo;
8
pues Aram no es más fuerte que Damasco, su capital,
y Damasco no es más fuerte que Rezín, su rey.
En cuanto a Israel, dentro de sesenta y cinco años
será aplastado y destruido por completo.
9
Israel no es más fuerte que Samaria, su capital,
y Samaria no es más fuerte que Peka, hijo de Remalías, su rey.
A menos que ustedes tengan una fe firme,
no puedo hacer que permanezcan firmes”».
10
Señal de Emanuel
Más tarde, el Señor
le envió al rey Acaz el siguiente mensaje:
11
«Acaz, pídele al Señor
tu Dios una señal de confirmación. Hazla tan difícil como quieras: tan alta como los cielos o tan profunda como el lugar de los muertos».
12
Pero el rey se negó.
—No —dijo el rey—. No pondré a prueba al Señor
así.
13
Entonces Isaías le dijo:
—¡Escuchen bien, ustedes de la familia real de David! ¿Acaso no les basta con agotar la paciencia humana? ¿También tienen que agotar la paciencia de mi Dios?