1 Mensaje para Acaz
Cuando Acaz, hijo de Jotam y nieto de Uzías, era rey de Judá, Rezín, rey de Aram, y Peka, hijo de Remalías, rey de Israel, salieron para atacar a Jerusalén. Sin embargo, no pudieron llevar a cabo su plan.
2 A la corte real de Judá había llegado la siguiente noticia: «¡Aram se ha aliado con Israel
en contra de nosotros!». Por eso, el corazón del rey y el de su pueblo temblaron de miedo, como tiemblan los árboles en medio de una tormenta.
3 Entonces el Señor
dijo a Isaías: «Toma a tu hijo Sear-jasub
y ve al encuentro del rey Acaz. Lo encontrarás al final del acueducto que conduce el agua al estanque superior, cerca del camino que lleva al campo donde se lavan
las telas.
4 Dile que deje de preocuparse; que no hay por qué temer a la ira feroz de esos dos tizones apagados que son Rezín, rey de Aram y Peka, hijo de Remalías.
5 Es verdad que los reyes de Aram y de Israel han conspirado contra él diciendo:
6 “Atacaremos a Judá y lo conquistaremos y pertenecerá a nosotros. Después pondremos en el trono de Judá al hijo de Tabeel”.
7 Pero esto dice el Señor
Soberano:
»“Esta invasión nunca sucederá,
nunca se llevará a cabo;
8 pues Aram no es más fuerte que Damasco, su capital,
y Damasco no es más fuerte que Rezín, su rey.
En cuanto a Israel, dentro de sesenta y cinco años
será aplastado y destruido por completo.
9 Israel no es más fuerte que Samaria, su capital,
y Samaria no es más fuerte que Peka, hijo de Remalías, su rey.
A menos que ustedes tengan una fe firme,
no puedo hacer que permanezcan firmes”».
10 Señal de Emanuel
Más tarde, el Señor
le envió al rey Acaz el siguiente mensaje:
11 «Acaz, pídele al Señor
tu Dios una señal de confirmación. Hazla tan difícil como quieras: tan alta como los cielos o tan profunda como el lugar de los muertos».
12 Pero el rey se negó.
—No —dijo el rey—. No pondré a prueba al Señor
así.
13 Entonces Isaías le dijo:
—¡Escuchen bien, ustedes de la familia real de David! ¿Acaso no les basta con agotar la paciencia humana? ¿También tienen que agotar la paciencia de mi Dios?
14 Muy bien, el Señor mismo les dará la señal. ¡Miren! ¡La virgen
concebirá un niño! Dará a luz un hijo y lo llamarán Emanuel (que significa “Dios está con nosotros”).
15 Cuando ese hijo tenga edad suficiente para escoger lo correcto y rechazar lo malo, estará comiendo yogur
y miel.
16 Pues antes de que el niño tenga esa edad, las tierras de los dos reyes que tanto temes quedarán desiertas.
17 »Luego el Señor
hará venir sobre ti, sobre tu nación y sobre tu familia, hechos como nunca hubo desde que Israel se separó de Judá. ¡Pondrá al rey de Asiria en tu contra!
18 »En ese día, el Señor
llamará con un silbido al ejército del sur de Egipto y al ejército de Asiria. Ellos te rodearán como un enjambre de moscas o abejas.
19 Vendrán en inmensas multitudes y se establecerán en las regiones fértiles y también en los valles desolados, en las cuevas y en los lugares llenos de espinos.
20 En ese día, el Señor contratará a una «navaja» procedente del otro lado del río Éufrates
—el rey de Asiria— y la usará para afeitarte por completo: tu tierra, tus cosechas y tu pueblo.
21 » En ese día, un campesino se considerará afortunado si le quedan una vaca y dos ovejas o cabras.
22 Sin embargo, habrá suficiente leche para todos, porque quedarán muy pocos habitantes en la tierra. Comerán yogur y miel hasta saciarse.
23 En aquel día, los viñedos lozanos que hoy valen mil piezas de plata
se convertirán en parcelas llenas de zarzas y espinos.
24 Toda la tierra se convertirá en una gran extensión repleta de zarzas y espinos, en un territorio de cacería lleno de animales salvajes.
25 Nadie irá a las laderas fértiles donde antes crecían los huertos, porque estarán cubiertas de zarzas y de espinos; allí apacentarán el ganado, las ovejas y las cabras.

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