15
Pues yo soy el Señor
tu Dios,
que agito el mar haciendo que rujan las olas.
Mi nombre es Señor
de los Ejércitos Celestiales.
16
Y he puesto mis palabras en tu boca
y te he escondido a salvo dentro de mi mano.
Yo extendí
el cielo como un dosel
y puse los cimientos de la tierra.
Yo soy el que le dice a Israel:
“¡Tú eres mi pueblo!”».
17
¡Despierta, oh Jerusalén, despierta!
Has bebido la copa de la furia del Señor
.
Has bebido la copa del terror,
la has vaciado hasta la última gota.
18
Ni uno de tus hijos queda con vida
para tomarte de la mano y guiarte.
19
Estas dos calamidades te han ocurrido:
la desolación y la destrucción, el hambre y la guerra.
Y ¿quién ha quedado para compadecerse de ti?
¿Quién ha quedado para consolarte?
20
Pues tus hijos se han desmayado y yacen en las calles,
tan indefensos como antílopes atrapados en una red.
El Señor
ha derramado su furia;
Dios los ha reprendido.
21
Pero ahora escuchen esto, ustedes los afligidos,
que están completamente borrachos,
aunque no por haber bebido vino.
22
Esto dice el Señor
Soberano,
su Dios y Defensor:
«Miren, yo les quité de las manos la copa aterradora;
ya no beberán más de mi furia.
23
En cambio, entregaré esa copa a quienes los atormentan,
a los que dijeron: “Los pisotearemos en el polvo
y caminaremos sobre sus espaldas”».