9
Les diré a los prisioneros: “Salgan en libertad”,
y a los que están en tinieblas: “Vengan a la luz”.
Ellos serán mis ovejas, que se apacentarán en pastos verdes
y en colinas que antes estaban desiertas.
10
No tendrán hambre ni sed
y el sol ardiente ya no los alcanzará.
Pues el Señor
en su misericordia los guiará;
los guiará junto a aguas frescas.
11
Y convertiré mis montes en senderos llanos para ellos.
Las carreteras se levantarán por encima de los valles.
12
¡Miren! Mi pueblo regresará desde muy lejos;
desde tierras del norte y del occidente,
y desde tan al sur como Egipto».
13
¡Oh, cielos, canten de alegría!
¡Oh, tierra, gózate!
¡Oh montes, prorrumpan en cantos!
Pues el Señor
ha consolado a su pueblo
y le tendrá compasión en medio de su sufrimiento.
14
Sin embargo, Jerusalén
dice: «El Señor
me ha abandonado;
el Señor me ha olvidado».
15
«¡Jamás! ¿Puede una madre olvidar a su niño de pecho?
¿Puede no sentir amor por el niño al que dio a luz?
Pero aun si eso fuera posible,
yo no los olvidaría a ustedes.
16
Mira, he escrito tu nombre en las palmas de mis manos.
En mi mente siempre está la imagen de las murallas de Jerusalén convertidas en ruinas.
17
Dentro de poco tus descendientes regresarán,
y los que procuran destruirte se irán.
18
Mira a tu alrededor y observa,
porque todos tus hijos volverán a ti.
Tan cierto como que yo vivo —dice el Señor
—,
ellos serán como joyas o adornos de novia para que tú los exhibas.
19
»Hasta los lugares más desolados de tu tierra abandonada
pronto estarán repletos de tu gente.
Tus enemigos que te esclavizaron
estarán muy lejos.