22
Pero aunque los hijos de Israel son tan numerosos
como la arena a la orilla del mar,
solo un remanente regresará.
El Señor
, con razón, ha decidido destruir a su pueblo.
23
Sí, el Señor, el Señor
de los Ejércitos Celestiales,
ya ha decidido destruir toda la tierra.
24
Así que esto dice el Señor, el Señor
de los Ejércitos Celestiales: «Oh, mi pueblo de Sión, no temas a los asirios cuando te opriman con vara y con garrote como lo hicieron los egipcios hace mucho tiempo.
25
Dentro de poco se acabará mi enojo contra ustedes, y después mi ira se levantará para destruirlos a ellos».
26
El Señor
de los Ejércitos Celestiales los azotará con su látigo, como hizo cuando Gedeón venció a los madianitas en la roca de Oreb, o cuando se levantó la vara del Señor
para ahogar al ejército egipcio en el mar.
27
En ese día, el Señor
acabará con la servidumbre de su pueblo;
romperá el yugo de la esclavitud
y se lo quitará de los hombros.
28
Miren, los asirios están ahora en Ajat.
Están atravesando Migrón
y almacenando su equipo en Micmas.
29
Están cruzando el paso de montaña
y acampando en Geba.
El poblado de Ramá queda paralizado de temor
y toda la gente de Guibeá, el pueblo de Saúl,
corre para salvar su vida.
30
Griten de terror,
gente de Galim.
Grítenle una advertencia a Lais.
¡Pobre Anatot!
31
Allá va la gente de Madmena, todos huyen;
los ciudadanos de Gebim tratan de esconderse.
32
El enemigo se detiene en Nob por el resto del día;
amenaza con el puño al hermoso monte de Sión, el monte de Jerusalén.