2
«He oído todo acerca de ti, Señor
.
Estoy maravillado por tus hechos asombrosos.
En este momento de profunda necesidad,
ayúdanos otra vez como lo hiciste en el pasado.
Y en tu enojo,
recuerda tu misericordia.
3
»¡Veo a Dios cruzando el desierto de Edom,
el Santo viene desde el monte Parán!
Su brillante esplendor llena los cielos
y la tierra se llena de su alabanza.
4
Su llegada es tan radiante como la salida del sol.
Rayos de luz salen de sus manos
donde se esconde su imponente poder.
5
La pestilencia marcha delante de él;
la plaga lo sigue de cerca.
6
Cuando él se detiene, la tierra se estremece.
Cuando mira, las naciones tiemblan.
Él derrumba las montañas perpetuas
y arrasa las antiguas colinas.
¡Él es el Eterno!
7
Veo al pueblo de Cusán en angustia
y a la nación de Madián temblando de terror.
8
»¿Estabas enojado, Señor
, cuando golpeaste los ríos
y dividiste el mar?
¿Estabas disgustado con ellos?
¡No! ¡Enviabas tus carros de salvación!
9
Blandiste tu arco
y tu aljaba de flechas.
Partiste la tierra con caudalosos ríos.
10
Las montañas observaron y temblaron.
Avanzaron las tempestuosas aguas.
Las profundidades del mar rugieron
levantando sus manos al Señor
.
11
El sol y la luna se detuvieron en el cielo
cuando volaron tus radiantes flechas
y brilló tu deslumbrante lanza.
12
»Con enojo marchaste a través de la tierra
y con furor pisoteaste las naciones.
13
Saliste a rescatar a tu pueblo elegido,
a salvar a tus ungidos.
Aplastaste las cabezas de los perversos
y descarnaste sus huesos de pies a cabeza.
14
Con sus propias armas
destruiste al jefe de los que
se lanzaron como un torbellino,
pensando que Israel sería presa fácil.
15
Pisoteaste el mar con tus caballos
y las potentes aguas se amontonaron.
16
»Al oír esto, me estremecí por dentro;
mis labios temblaron de miedo.
Se me doblaron las piernas,
caí
y temblé de terror.
Esperaré en silencio el día venidero
cuando la catástrofe golpee al pueblo invasor.
17
Aunque las higueras no florezcan
y no haya uvas en las vides,
aunque se pierda la cosecha de oliva
y los campos queden vacíos y no den fruto,
aunque los rebaños mueran en los campos
y los establos estén vacíos,
18
¡aun así me alegraré en el Señor
!
¡Me gozaré en el Dios de mi salvación!
19
¡El Señor
Soberano es mi fuerza!
Él me da pie firme como al venado,
capaz de pisar sobre las alturas».
(Para el director del coro: esta oración se acompaña con instrumentos de cuerda).