21
El siervo la observaba en silencio mientras se preguntaba si el Señor
le había dado éxito en la misión.
22
Cuando los camellos terminaron de beber, sacó un anillo de oro para la nariz de la muchacha y dos pulseras grandes de oro
para sus muñecas.
23
—¿De quién es hija usted? —le preguntó—, y dígame, por favor, ¿tendría su padre algún lugar para hospedarnos esta noche?
24
—Soy hija de Betuel —contestó ella—, y mis abuelos son Nacor y Milca.
25
Sí, tenemos más que suficiente paja y alimento para los camellos, y también tenemos lugar para huéspedes.
26
El hombre se inclinó hasta el suelo y adoró al Señor
.
27
—Alabado sea el Señor
, Dios de mi amo, Abraham —dijo—. El Señor
ha mostrado amor inagotable y fidelidad a mi amo, porque me ha guiado directamente a los parientes de mi señor.
28
La joven corrió a su casa para contarle a su familia todo lo que había ocurrido.
29
Rebeca tenía un hermano llamado Labán, el cual salió corriendo al manantial para encontrarse con el hombre.
30
Había visto el anillo en la nariz de su hermana y las pulseras en sus muñecas, y había oído a Rebeca contar lo que el hombre le había dicho. Así que corrió hasta llegar al manantial, donde el hombre aún estaba parado al lado de sus camellos.
31
Entonces Labán le dijo: «¡Ven y quédate con nosotros, hombre bendecido por el Señor
! ¿Por qué estás aquí, fuera de la ciudad, cuando yo tengo un cuarto preparado para ti y un lugar para los camellos?».