1
La muerte nos llega a todos
También me dediqué a investigar lo siguiente: si bien Dios tiene en sus manos las acciones de los sabios y de los justos, nadie sabe si Dios les mostrará su favor.
2
A la larga, a todos les espera el mismo destino, sean justos o malvados, buenos o malos,
religiosos o no religiosos, estén o no ceremonialmente puros. Las personas buenas reciben el mismo trato que los pecadores, y las personas que hacen promesas a Dios reciben el mismo trato que los que no las hacen.
3
¡Parece tan trágico que todo el mundo bajo el sol tenga el mismo destino! Por eso la gente no presta más atención en ser buena. En cambio, cada uno elige su propio camino de locura, porque nadie tiene esperanza. Sea como fuere, lo único que hay por delante es la muerte.
4
Hay esperanza solo para los que están vivos. Como se suele decir: «¡Más vale perro vivo que león muerto!».
5
Los que están vivos al menos saben que un día van a morir, pero los muertos no saben nada. Ya no reciben más recompensas, y nadie los recuerda.
6
Lo que hayan hecho en su vida —amar, odiar, envidiar— pasó ya hace mucho. Ya no son parte de nada en este mundo.
7
Así que, ¡adelante! Come tus alimentos con alegría y bebe tu vino con un corazón contento, ¡porque Dios lo aprueba!
8
¡Vístete con ropa elegante y échate un poco de perfume!
9
Vive feliz junto a la mujer que amas, todos los insignificantes días de vida que Dios te haya dado bajo el sol. La esposa que Dios te da es la recompensa por todo tu esfuerzo terrenal.
10
Todo lo que hagas, hazlo bien, pues cuando vayas a la tumba
no habrá trabajo ni proyectos ni conocimiento ni sabiduría.