15
Lo hago tanto contigo, que hoy estás en la presencia del Señor
tu Dios, como también con las generaciones futuras, que no están aquí hoy.
16
»Tú recuerdas cómo vivíamos en la tierra de Egipto y cómo anduvimos por el territorio de naciones enemigas cuando salimos de allí.
17
Tú viste las prácticas detestables de esas naciones y sus ídolos
de madera, de piedra, de plata y de oro.
18
Hago este pacto contigo, para que nadie —hombre o mujer, clan o tribu— se aparte del Señor
nuestro Dios para rendir culto a esos dioses de otras naciones, y para que ninguna raíz produzca frutos amargos y venenosos en medio de ti.
19
»Los que oyen las advertencias de esta maldición no deberían confiarse demasiado y pensar: “Estoy a salvo, a pesar de que sigo los deseos de mi corazón terco”. ¡Eso los llevaría a la ruina total!
20
Y el Señor
jamás perdonará a los que piensan así. Por el contrario, su enojo y su celo arderán contra ellos. Les caerán encima todas las maldiciones escritas en este libro, y el Señor
borrará sus nombres de la faz de la tierra.
21
El Señor
los apartará de las demás tribus de Israel para echar sobre ellos todas las maldiciones del pacto registradas en este libro de instrucción.
22
»Entonces las generaciones futuras, tanto tus descendientes como los extranjeros que vengan de tierras lejanas, verán la devastación de tu tierra y las enfermedades con las que el Señor
la aflige.
23
Exclamarán: “Toda esta tierra quedó devastada con azufre y sal. Es una tierra baldía, sin cultivos, donde no crece nada, ni siquiera un tallo de pasto. Es como las ciudades de Sodoma y Gomorra, Adma y Zeboim, las cuales el Señor
destruyó en su intenso enojo”.
24
»Todas las naciones vecinas preguntarán: “¿Por qué el Señor
afligió así a esa tierra? ¿Por qué se enojó tanto?”.
25
»Y la respuesta será: “Sucedió porque el pueblo de esa tierra abandonó el pacto que el Señor
, Dios de sus antepasados, hizo con ellos cuando los sacó de la tierra de Egipto.