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Goliat desafía a los israelitas
Los filisteos reunieron su ejército para la batalla y acamparon en Efes-damim, que queda entre Soco en Judá y Azeca.
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Saúl respondió reuniendo a las tropas israelitas cerca del valle de Ela.
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De modo que los filisteos y los israelitas quedaron frente a frente en montes opuestos, separados por el valle.
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Luego Goliat, un campeón filisteo de Gat, salió de entre las filas de los filisteos para enfrentarse a las fuerzas de Israel. ¡Medía casi tres metros
de altura!
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Llevaba un casco de bronce y su cota de malla, hecha de bronce, pesaba cincuenta y siete kilos.
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También tenía puestos protectores de bronce en las piernas y llevaba una jabalina de bronce sobre el hombro.
7
El asta de su lanza era tan pesada y gruesa como un rodillo de telar, con una punta de hierro que pesaba casi siete kilos.
Su escudero iba delante de él.
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Entonces Goliat se detuvo y gritó mofándose de los israelitas: «¿Por qué salen todos ustedes a pelear? Yo soy el campeón filisteo, pero ustedes no son más que siervos de Saúl. ¡Elijan a un hombre para que venga aquí a pelear conmigo!
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Si me mata, entonces seremos sus esclavos; pero si yo lo mato a él, ¡ustedes serán nuestros esclavos!
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¡Hoy desafío a los ejércitos de Israel! ¡Envíenme a un hombre que me enfrente!».
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Cuando Saúl y los israelitas lo escucharon, quedaron aterrados y profundamente perturbados.
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Isaí envía a David al campamento de Saúl
Ahora bien, David era hijo de un hombre llamado Isaí, un efrateo de Belén, en la tierra de Judá. En ese tiempo Isaí era anciano y tenía ocho hijos.
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Sus tres hijos mayores —Eliab, Abinadab y Simea—
ya se habían unido al ejército de Saúl para pelear contra los filisteos.
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David era el menor de los hijos. Sus tres hermanos mayores se quedaron con el ejército de Saúl,
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pero David iba y venía para ayudar a su padre con las ovejas en Belén.
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Durante cuarenta días, cada mañana y cada tarde, el campeón filisteo se paseaba dándose aires delante del ejército israelita.
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Un día, Isaí le dijo a David: «Toma esta canasta
de grano tostado y estos diez panes, y llévaselos de prisa a tus hermanos.
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Y dale estos diez pedazos de queso a su capitán. Averigua cómo están tus hermanos y tráeme un informe de cómo les va».
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Los hermanos de David estaban con Saúl y el ejército israelita en el valle de Ela, peleando contra los filisteos.
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Así que temprano a la mañana siguiente, David dejó las ovejas al cuidado de otro pastor y salió con los regalos, como Isaí le había indicado. Llegó al campamento justo cuando el ejército de Israel salía al campo de batalla dando gritos de guerra.
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Poco tiempo después las fuerzas israelitas y filisteas quedaron frente a frente, ejército contra ejército.
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David dejó sus cosas con el hombre que guardaba las provisiones y se apresuró a ir hacia las filas para saludar a sus hermanos.
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Mientras hablaba con ellos, Goliat, el campeón filisteo de Gat, salió de entre las tropas filisteas. En ese momento, David lo escuchó gritar sus ya acostumbradas burlas al ejército de Israel.
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Tan pronto como las tropas israelitas lo vieron, comenzaron a huir espantadas.
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—¿Ya vieron al gigante? —preguntaban los hombres—. Sale cada día a desafiar a Israel. El rey ha ofrecido una enorme recompensa a cualquiera que lo mate. ¡A ese hombre le dará una de sus hijas como esposa y toda su familia quedará exonerada de pagar impuestos!
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David les preguntó a los soldados que estaban cerca de él:
—¿Qué recibirá el hombre que mate al filisteo y ponga fin a su desafío contra Israel? Y a fin de cuentas, ¿quién es este filisteo pagano, al que se le permite desafiar a los ejércitos del Dios viviente?
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Estos hombres le dieron a David la misma respuesta. Le dijeron:
—Efectivamente, esa es la recompensa por matarlo.
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Pero cuando Eliab, el hermano mayor de David, lo oyó hablar con los hombres, se enojó.
—¿Qué estás haciendo aquí? —le reclamó—. ¿Qué pasó con esas pocas ovejas que se supone que deberías estar cuidando? Conozco tu orgullo y tu engaño. ¡Solo quieres ver la batalla!
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—¿Qué hice ahora? —contestó David—. ¡Solo hacía una pregunta!
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Entonces caminó hacia otros y les preguntó lo mismo, y recibió la misma respuesta.
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Entonces le contaron a Saúl la pregunta de David, y el rey mandó llamarlo.
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David mata a Goliat
—No te preocupes por este filisteo —le dijo David a Saúl—. ¡Yo iré a pelear contra él!
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—¡No seas ridículo! —respondió Saúl—. ¡No hay forma de que tú puedas pelear contra ese filisteo y ganarle! Eres tan solo un muchacho, y él ha sido un hombre de guerra desde su juventud.
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Pero David insistió:
—He estado cuidando las ovejas y las cabras de mi padre. Cuando un león o un oso viene para robar un cordero del rebaño,
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yo lo persigo con un palo y rescato el cordero de su boca. Si el animal me ataca, lo tomo de la quijada y lo golpeo hasta matarlo.
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Lo he hecho con leones y con osos, y lo haré también con este filisteo pagano, ¡porque ha desafiado a los ejércitos del Dios viviente!
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¡El mismo Señor
que me rescató de las garras del león y del oso me rescatará de este filisteo!
Así que Saúl por fin accedió:
—Está bien, adelante. ¡Y que el Señor
esté contigo!
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Después Saúl le dio a David su propia armadura: un casco de bronce y una cota de malla.