7
Después de que Booz terminó de comer y de beber y estuvo de buen ánimo, se acostó al otro extremo del montón de grano y se durmió. Entonces Rut se acercó sin hacer ruido, le destapó los pies y se acostó.
8
Alrededor de la medianoche, Booz se despertó de pronto y se dio vuelta. Entonces se sorprendió, ¡al encontrar a una mujer acostada a sus pies!
9
—¿Quién eres? —preguntó.
—Soy Rut, su sierva —contestó ella—. Extienda sobre mí el borde de su manto ya que usted es el redentor de mi familia.
10
—¡El Señor
te bendiga, hija mía! —exclamó Booz—. Muestras aún más lealtad familiar ahora que antes, pues no has ido tras algún hombre más joven, sea rico o pobre.
11
Ahora, hija mía, no te preocupes por nada. Yo haré lo que sea necesario, porque todo el pueblo sabe que eres una mujer virtuosa.
12
Pero aunque es cierto que yo soy uno de los redentores de tu familia, hay un pariente más cercano que yo.
13
Quédate aquí esta noche, y por la mañana hablaré con él. Si está dispuesto a redimirte, muy bien; que se case contigo. Pero si no está dispuesto a hacerlo, entonces, ¡tan cierto como que el Señor
vive, yo mismo te redimiré! Ahora acuéstate aquí hasta la mañana.
14
Entonces Rut se acostó a los pies de Booz hasta la mañana, pero ella se levantó muy temprano, antes de que hubiera suficiente luz para que una persona pudiera reconocer a otra; pues Booz había dicho:
—Nadie debe saber que estuvo una mujer aquí en el campo de trillar.
15
Luego Booz le dijo:
—Trae tu manto y extiéndelo.
Entonces él midió seis medidas
de cebada sobre el manto y lo colocó sobre las espaldas de ella. Después él
regresó al pueblo.
16
Cuando Rut volvió a donde estaba su suegra, Noemí le preguntó:
—¿Qué sucedió, hija mía?
Rut le contó a Noemí todo lo que Booz había hecho por ella
17
y agregó:
—Me dio estas seis medidas de cebada y dijo: “No vuelvas a tu suegra con las manos vacías”.