8
Sin embargo, ya puestas en camino, Noemí les dijo a sus dos nueras:
—Vuelva cada una a la casa de su madre, y que el Señor
las recompense por la bondad que mostraron a sus esposos y a mí.
9
Que el Señor
las bendiga con la seguridad de un nuevo matrimonio.
Entonces les dio un beso de despedida y todas se echaron a llorar desconsoladas.
10
—No —le dijeron—, queremos ir contigo a tu pueblo.
11
Pero Noemí respondió:
—¿Por qué habrían de continuar conmigo? ¿Acaso puedo tener más hijos que crezcan y sean sus esposos?
12
No, hijas mías, regresen a la casa de sus padres, porque ya soy demasiado vieja para volverme a casar. Aunque fuera posible, y me casara esta misma noche y tuviera hijos varones, entonces, ¿qué?
13
¿Esperarían ustedes hasta que ellos crecieran y se negarían a casarse con algún otro? ¡Por supuesto que no, hijas mías! La situación es mucho más amarga para mí que para ustedes, porque el Señor
mismo ha levantado su puño contra mí.
14
Entonces volvieron a llorar juntas y Orfa se despidió de su suegra con un beso, pero Rut se aferró con firmeza a Noemí.
15
—Mira —le dijo Noemí—, tu cuñada regresó a su pueblo y a sus dioses. Tú deberías hacer lo mismo.
16
Pero Rut respondió:
—No me pidas que te deje y regrese a mi pueblo. A donde tú vayas, yo iré; dondequiera que tú vivas, yo viviré. Tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios será mi Dios.
17
Donde tú mueras, allí moriré y allí me enterrarán. ¡Que Dios me castigue severamente si permito que algo nos separe, aparte de la muerte!
18
Cuando Noemí vio que Rut estaba decidida a irse con ella, no insistió más.