10
»Piensen en esto, ustedes que cabalgan en burros selectos,
ustedes que se sientan sobre elaboradas mantas de caballo
y ustedes que andan por el camino.
11
Escuchen a los músicos de las aldeas,
que están reunidos junto a los abrevaderos.
Relatan las justas victorias del Señor
y los triunfos de sus aldeanos en Israel.
Entonces el pueblo del Señor
descendió a las puertas de la ciudad.
12
»¡Despierta, Débora, despierta!
¡Despierta, despierta y entona un cántico!
¡Levántate, Barac!
¡Llévate a tus cautivos, hijo de Abinoam!
13
»De Tabor descendieron los pocos para juntarse con los nobles;
el pueblo del Señor
marchó colina abajo contra poderosos guerreros.
14
Descendieron de Efraín,
tierra que antes pertenecía a los amalecitas;
te siguieron a ti, Benjamín, con tus tropas.
De Maquir los comandantes descendieron a paso de marcha;
desde Zabulón llegaron los que llevan el bastón de mando.
15
Los príncipes de Isacar estuvieron con Débora y Barac;
siguieron a Barac a toda prisa hasta el valle.
Pero en la tribu de Rubén
hubo gran indecisión.
16
¿Por qué se quedaron sentados en su casa entre los rediles,
para oír a los pastores silbar a sus rebaños?
Así es, en la tribu de Rubén
hubo gran indecisión.
17
Galaad permaneció al oriente del Jordán.
Y ¿por qué Dan se quedó en su casa?
Aser se sentó sin moverse a la orilla del mar,
y permaneció en sus puertos.
18
Pero Zabulón arriesgó la vida,
igual que Neftalí, en las alturas del campo de batalla.
19
»Los reyes de Canaán llegaron y pelearon
en Taanac, cerca de los manantiales de Meguido,
pero no se llevaron tesoros de plata.
20
Desde el cielo lucharon las estrellas;
las estrellas en sus órbitas pelearon contra Sísara.
21
El río Cisón arrasó con ellos,
ese antiguo torrente llamado Cisón.
¡Marcha hacia adelante con valor, alma mía!
22
Luego los cascos de los caballos martillaron el suelo:
el galope resonante de los poderosos corceles de Sísara.
23
“Que sean malditos los habitantes de Meroz —dijo el ángel del Señor
—.
Que sean completamente malditos,
porque no vinieron para ayudar al Señor
,
para ayudar al Señor
contra los poderosos guerreros”.
24
»La más bendita entre las mujeres es Jael,
la esposa de Heber, el ceneo.
Bendita sea más que todas las mujeres que viven en carpas.
25
Sísara le pidió agua,
y ella le dio leche.
En un tazón digno de nobles,
le trajo yogur.
26
Después tomó una estaca con la mano izquierda,
y con la derecha, el martillo del trabajador.
Golpeó a Sísara con el martillo y le aplastó la cabeza;
con un terrible golpe le atravesó las sienes.
27
Él se desplomó, cayó,
quedó inmóvil, tendido a sus pies;
y allí donde cayó,
quedó muerto.
28
»Por la ventana se asomó la madre de Sísara.
Desde la ventana esperaba su regreso mientras decía:
“¿Por qué tarda tanto en llegar su carro?
¿Por qué no oímos el sonido de las ruedas del carro?”.
29
»Sus sabias mujeres le responden,
y ella se repite estas palabras a sí misma:
30
“Seguramente están repartiendo el botín que capturaron,
que tendrá una o dos mujeres para cada hombre.
Habrá túnicas llenas de todos los colores para Sísara,
y para mí, coloridas túnicas con bordados.
Seguro que en el botín hay
túnicas de colores y bordadas de ambos lados”.