30
—¡Qué cosa tan extraña! —respondió el hombre—. A mí me sanó los ojos, ¿y ustedes ni siquiera saben de dónde proviene?
31
Sabemos que Dios no escucha a los pecadores pero está dispuesto a escuchar a los que lo adoran y hacen su voluntad.
32
Desde el principio del mundo, nadie ha podido abrir los ojos de un ciego de nacimiento.
33
Si este hombre no viniera de parte de Dios, no habría podido hacerlo.
34
—¡Tú naciste pecador hasta la médula! —le respondieron—. ¿Acaso tratas de enseñarnos a nosotros?
Y lo echaron de la sinagoga.
35
Ceguera espiritual
Cuando Jesús supo lo que había pasado, encontró al hombre y le preguntó:
36
—¿Quién es, señor? —contestó el hombre—. Quiero creer en él.
37
—le dijo Jesús—,
38
—¡Sí, Señor, creo! —dijo el hombre. Y adoró a Jesús.
39
Entonces Jesús le dijo:
40
Algunos fariseos que estaban cerca lo oyeron y le preguntaron:
—¿Estás diciendo que nosotros somos ciegos?