17
Esperanza para el pueblo de Dios
»Los israelitas son como ovejas
que han sido esparcidas por los leones.
Primero los devoró el rey de Asiria.
Después Nabucodonosor,
rey de Babilonia, les quebró los huesos».
18
Por lo tanto, esto dice el Señor
de los Ejércitos Celestiales,
Dios de Israel:
«Ahora, castigaré al rey de Babilonia y a su tierra
de la misma manera que castigué al rey de Asiria.
19
Traeré a Israel de regreso a su hogar, a su propia tierra,
para comer en los campos de Carmelo y Basán,
y para quedar saciado una vez más
en la zona montañosa de Efraín y Galaad.
20
En esos días —dice el Señor
—,
no se encontrará pecado en Israel ni en Judá,
porque perdonaré al remanente que yo guarde.
21
Juicio de Dios sobre Babilonia
»Mis guerreros, suban contra la tierra de Merataim
y contra la gente de Pecod.
Persíganlos, mátenlos y destrúyanlos por completo
como les he ordenado —dice el Señor
—.
22
Que en la tierra se escuche el grito de guerra,
un clamor de gran destrucción.
23
Babilonia, el martillo más poderoso de toda la tierra
queda roto y hecho pedazos.
¡Babilonia queda desolada entre las naciones!
24
Escucha, Babilonia, porque te tendí una trampa.
Estás atrapada porque luchaste contra el Señor
.
25
El Señor
abrió su arsenal
y sacó armas para desahogar su furor.
El terror que caiga sobre los babilonios
será la obra del Señor
Soberano de los Ejércitos Celestiales.
26
Sí, vengan contra ella desde tierras lejanas
y abran sus graneros.
Aplasten sus muros y sus casas, y conviértanlos en montones de escombros.
¡Destrúyanla por completo y no dejen nada!
27
Maten incluso a sus becerros,
¡para ellos también será terrible!
¡Masácrenlos a todos!
Pues ha llegado el día del juicio a Babilonia.