14
«¡Grítenlo en Egipto!
¡Publíquenlo en las ciudades de Migdol, Menfis
y Tafnes!
Movilícense para la batalla,
porque la espada devorará a todos los que están a su alrededor.
15
¿Por qué han caído sus guerreros?
No pueden mantenerse de pie porque el Señor
los derribó.
16
Tropiezan y caen unos sobre otros
y se dicen entre sí:
“Vamos, volvamos a nuestra gente,
a la tierra donde nacimos.
¡Huyamos de la espada del enemigo!”.
17
Allí dirán:
“¡El faraón, rey de Egipto, es un bocón
que perdió su oportunidad!”.
18
»Tan cierto como que yo vivo —dice el Rey,
cuyo nombre es el Señor
de los Ejércitos Celestiales—,
¡alguien viene contra Egipto
que es tan alto como el monte Tabor
o como el monte Carmelo junto al mar!
19
¡Hagan las maletas! ¡Prepárense para ir al destierro,
ustedes ciudadanos de Egipto!
La ciudad de Menfis será destruida,
quedará sin un solo habitante.
20
Egipto es tan hermoso como una joven novilla,
¡pero el tábano del norte ya está en camino!
21
Los mercenarios de Egipto se han vuelto como becerros engordados.
Ellos también se darán vuelta y huirán,
porque este es el día del gran desastre para Egipto,
un momento de enorme castigo.
22
Egipto huye, silencioso como serpiente que se desliza.
Los soldados invasores avanzan;
se enfrentan a ella con hachas como si fueran leñadores.
23
Cortarán a su pueblo como se talan los árboles —dice el Señor
—,
porque son más numerosos que las langostas.
24
Egipto será humillado,
será entregado en manos de la gente del norte».