7
Te aventaré como el grano a las puertas de las ciudades
y te quitaré tus hijos que tanto quieres.
Destruiré a mi propio pueblo,
porque rehusó cambiar sus malos caminos.
8
Habrá más viudas
que granos de arena a la orilla del mar.
Traeré al destructor al mediodía
contra las madres de los jóvenes.
Súbitamente haré que caiga sobre ellas
la angustia y el terror.
9
La madre de siete hijos se debilita y lucha por respirar;
su sol se puso mientras todavía es de día.
Ahora queda sin hijos,
avergonzada y humillada.
A los que queden, los entregaré
para que sus enemigos los maten.
¡Yo, el Señor
, he hablado!».
10
Queja de Jeremías
Luego dije:
—¡Qué aflicción tengo, madre mía!
¡Oh, si hubiera muerto al nacer!
En todas partes me odian.
No soy un acreedor que pretende cobrar
ni un deudor que se niega a pagar;
aun así todos me maldicen.
11
El Señor
respondió:
—Yo cuidaré de ti, Jeremías;
tus enemigos te pedirán que ruegues a su favor
en tiempos de aflicción y angustia.
12
¿Puede un hombre quebrar una barra de hierro que proviene del norte
o una barra de bronce?
13
Sin que a ellos les cueste nada,
entregaré tus riquezas y tesoros
a tus enemigos como botín,
porque el pecado corre desenfrenado en tu tierra.
14
Les diré a tus enemigos que te lleven
cautivo a una tierra extranjera.
Pues mi enojo arde como un fuego
que quemará para siempre.
15
Luego dije:
—S
, tú sabes lo que me sucede.
Por favor, ayúdame. ¡Castiga a mis perseguidores!
Por favor, dame más tiempo; no dejes que muera joven.
Es por tu causa que sufro.
16
Cuando descubrí tus palabras las devoré;
son mi gozo y la delicia de mi corazón,
porque yo llevo tu nombre,
oh Señor
Dios de los Ejércitos Celestiales.
17
Nunca me uní a la gente en sus alegres banquetes.
Me senté a solas porque tu mano estaba sobre mí
y me llené de indignación ante sus pecados.