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Entonces el faraón le dijo:
—Anoche tuve un sueño, y nadie aquí puede decirme lo que significa; pero me enteré de que cuando tú oyes un sueño puedes interpretarlo.
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—No está en mis manos el poder para hacerlo —respondió José—, pero Dios puede decirle lo que su sueño significa y darle tranquilidad.
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Entonces el faraón le contó su sueño a José.
—En mi sueño —le dijo—, yo estaba de pie a la orilla del río Nilo
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y vi siete vacas gordas y sanas que salían del río y comenzaban a pastar entre los juncos.
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Luego vi siete vacas flacas y raquíticas con aspecto enfermizo que salían después de las primeras. Jamás había visto unos animales tan lamentables en toda la tierra de Egipto.
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Entonces esas vacas flacas y raquíticas se comieron a las siete vacas gordas,
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pero nadie lo hubiera creído, ¡porque después seguían siendo tan flacas y raquíticas como antes! Luego me desperté.
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»Al rato volví a quedarme dormido y tuve otro sueño. Vi también en mis sueños siete espigas llenas de grano, robustas y hermosas, que crecían de un solo tallo.
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Después aparecieron otras siete espigas de grano, pero estaban infestadas, resecas y marchitadas por el viento oriental.
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Entonces las espigas secas se tragaron a las siete robustas. Les conté esos sueños a los magos, pero ninguno pudo decirme lo que significan.
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José respondió:
—Ambos sueños del faraón significan lo mismo. Dios le da a conocer de antemano al faraón lo que está por hacer.