10
Hoy, cada uno de ustedes —los jefes de las tribus, los ancianos, los jefes y todos los hombres de Israel— está en la presencia del Señor
su Dios.
11
Tus esposas y tus pequeños están contigo, al igual que los extranjeros que viven en medio de ti, quienes cortan tu leña y llevan tu agua.
12
Hoy estás aquí para hacer un pacto con el Señor
tu Dios. El Señor
es quien hace ese pacto, que incluye las maldiciones.
13
Hoy, al hacer el pacto, él te confirmará como su pueblo y te reafirmará que él es tu Dios, tal como te lo prometió a ti y se lo juró a tus antepasados Abraham, Isaac y Jacob.
14
»Pero no es solo contigo que hago este pacto con sus maldiciones.
15
Lo hago tanto contigo, que hoy estás en la presencia del Señor
tu Dios, como también con las generaciones futuras, que no están aquí hoy.
16
»Tú recuerdas cómo vivíamos en la tierra de Egipto y cómo anduvimos por el territorio de naciones enemigas cuando salimos de allí.
17
Tú viste las prácticas detestables de esas naciones y sus ídolos
de madera, de piedra, de plata y de oro.
18
Hago este pacto contigo, para que nadie —hombre o mujer, clan o tribu— se aparte del Señor
nuestro Dios para rendir culto a esos dioses de otras naciones, y para que ninguna raíz produzca frutos amargos y venenosos en medio de ti.
19
»Los que oyen las advertencias de esta maldición no deberían confiarse demasiado y pensar: “Estoy a salvo, a pesar de que sigo los deseos de mi corazón terco”. ¡Eso los llevaría a la ruina total!
20
Y el Señor
jamás perdonará a los que piensan así. Por el contrario, su enojo y su celo arderán contra ellos. Les caerán encima todas las maldiciones escritas en este libro, y el Señor
borrará sus nombres de la faz de la tierra.