8
Entonces el Señor
me dijo:
—Amós, ¿qué ves?
—Una plomada —contesté.
Y el Señor respondió:
—Probaré a mi pueblo con esta plomada. Ya no pasaré por alto sus pecados.
9
Los altares paganos de sus antepasados
quedarán en ruinas y los santuarios de Israel serán destruidos; acabaré de forma repentina con la dinastía del rey Jeroboam.
10
Amós y Amasías
Luego Amasías, el sacerdote de Betel, mandó un mensaje a Jeroboam, rey de Israel: «¡Amós está tramando una conspiración contra usted, aquí mismo en el umbral de su casa! Lo que él dice es intolerable.
11
Anda diciendo: “Pronto matarán a Jeroboam y el pueblo de Israel será enviado al destierro”».
12
Entonces Amasías envió órdenes a Amós:
—¡Vete de aquí, profeta! ¡Regresa a la tierra de Judá y gánate la vida profetizando allí!
13
No nos molestes con tus profecías aquí en Betel. ¡Este es el santuario del rey y el lugar nacional de culto!
14
Pero Amós contestó:
—No soy profeta profesional ni fui entrenado para serlo.
No soy más que un pastor de ovejas y cultivador de las higueras sicómoros.
15
Sin embargo, el Señor
me llamó y me apartó de mi rebaño y me dijo: “Ve y profetiza a mi pueblo en Israel”.
16
Ahora bien, escuchen este mensaje del Señor
:
“Tú dices:
‘No profetices contra Israel.
Deja de predicar contra mi pueblo’.
17
Pero esto es lo que dice el Señor
:
‘Tu esposa se convertirá en prostituta en esta ciudad
y a tus hijos y a tus hijas los matarán.
Tu tierra será repartida
y tú morirás en tierra extranjera.
Con toda seguridad el pueblo de Israel irá cautivo al destierro,
lejos de su patria’”.