3
¿Alejáis el día de la calamidad, y acercáis la silla de la violencia?
4
Los que se acuestan en camas de marfil, se tienden sobre sus lechos, comen corderos del rebaño y terneros de en medio del establo;
5
los que improvisan al son del arpa, y como David han compuesto cantos para sí;
6
los que beben vino en tazones del altar y se ungen con los óleos más finos, pero no se lamentan por la ruina de José,
7
irán por tanto ahora al destierro a la cabeza de los desterrados, y se acabarán los banquetes de los disolutos.
8
El Señor DIOS ha jurado por sí mismo, ha declarado el Señor, Dios de los ejércitos: Aborrezco la arrogancia de Jacob, y detesto sus palacios; entregaré la ciudad y cuanto hay en ella.
9
Y sucederá que si diez hombres quedan en una misma casa, morirán.
10
Entonces su tío o su incinerador, levantará a cada uno para sacar sus huesos de la casa, y dirá al que está en el fondo de la casa: ¿Hay alguien más contigo? Y éste responderá: Nadie. Entonces aquél dirá: Calla, porque no se debe hacer mención del nombre del SEÑOR.
11
Porque he aquí, el SEÑOR ordenará que la casa grande sea reducida a escombros y que la casa pequeña sea hecha pedazos.
12
¿Corren los caballos por la peña? ¿Se ara en ella con bueyes? Pues vosotros habéis convertido el derecho en veneno, y el fruto de la justicia en amargura;
13
vosotros que os alegráis por Lo-debar , que decís: ¿No hemos tomado para nosotros Carnáyim con nuestra propia fuerza?
14
Pues he aquí, levantaré contra vosotros, oh casa de Israel, declara el SEÑOR, Dios de los ejércitos una nación que os afligirá desde la entrada de Hamat hasta el arroyo del Arabá.