44
Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no le trajere; y yo le resucitaré en el día postrero.
45
Escrito está en los profetas: Y serán todos enseñados de Dios. Así que, todo aquel que oyó del Padre, y aprendió, viene a mí.
46
No que alguno haya visto al Padre, sino aquel que vino de Dios, éste ha visto al Padre.
47
De cierto, de cierto os digo: El que cree en mí, tiene vida eterna.
48
YO SOY el pan de vida.
49
Vuestros padres comieron el maná en el desierto, y son muertos.
50
Este es el pan que desciende del cielo, para que el que de él comiere, no muera.
51
YO SOY el pan vivo que he descendido del cielo; si alguno comiere de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo daré es mi carne, la cual yo daré por la vida del mundo.
52
Entonces los judíos contendían entre sí, diciendo: ¿Cómo puede éste darnos su carne a comer?
53
Y Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: Si no comiereis la carne del Hijo del hombre, y bebiereis su sangre, no tendréis vida en vosotros.
54
El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero.
55
Porque mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida.
56
El que come mi carne y bebe mi sangre, en mí permanece, y yo en él.
57
Como me envió el Padre Viviente, y yo vivo por el Padre, asimismo el que me come, él también vivirá por mí.
58
Este es el pan que descendió del cielo; no como vuestros padres comieron el maná, y son muertos; el que come de este pan, vivirá eternamente.
59
Estas cosas dijo en la sinagoga, enseñando en Capernaum.
60
Y muchos de sus discípulos oyéndolo, dijeron: Dura es esta palabra; ¿quién la puede oír?
61
Y sabiendo Jesús en sí mismo que sus discípulos murmuraban de esto, les dijo: ¿Esto os escandaliza?
62
¿Pues qué será, si viereis al Hijo del hombre que sube donde estaba primero?
63
El Espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha; las palabras que yo os he hablado, son Espíritu y son vida.
64
Mas hay algunos de vosotros que no creen. Porque Jesús desde el principio sabía quiénes eran los que no creían, y quién le había de entregar.