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Y llevados de la corriente hacia una pequeña isla que se llama Clauda, apenas pudimos ganar el esquife;
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el cual tomado, usaban de remedios, ciñendo la nave; y teniendo temor de que diesen en la Sirte, abajadas las velas, eran así llevados.
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Mas siendo atormentados de una vehemente tempestad, al siguiente día alijaron;
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y al tercer día nosotros, con nuestras manos, arrojamos las obras muertas de la nave.
20
Y no apareciendo sol ni estrellas por muchos días, y viniendo una tempestad no pequeña, ya era perdida toda la esperanza de nuestra salud.
21
Entonces Pablo, como hacía ya mucho que no comíamos, puesto en pie en medio de ellos, dijo: Fuera de cierto conveniente, oh varones, haberme oído, y no partir de Creta, y evitar este inconveniente y daño.
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Mas ahora os amonesto que tengáis buen ánimo; porque ninguna pérdida de persona habrá de vosotros, sino solamente de la nave.
23
Porque esta noche ha estado conmigo el ángel del Dios del cual yo soy, y al cual sirvo,
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diciendo: Pablo, no temas; es necesario que seas presentado delante de César; y he aquí, Dios te ha dado a todos los que navegan contigo.
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Por tanto, oh varones, tened buen ánimo; porque yo confío en Dios que será así como me ha dicho;
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con todo, es necesario que demos en una isla.
27
Y venida la décimacuarta noche, y siendo llevados en el mar Adriático, los marineros a la media noche sospecharon que estaban cerca de alguna tierra;
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y echando la sonda, hallaron veinte pasos, y pasando un poco más adelante, volviendo a echar la sonda, hallaron quince pasos.
29
Y habiendo temor de dar en lugares escabrosos, echando cuatro anclas de la popa, deseaban que se hiciese de día.
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Entonces procurando los marineros huir de la nave, y echando el esquife al mar, aparentando como que querían largar las anclas de proa,
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Pablo dijo al centurión y a los soldados: Si éstos no se quedan en la nave, vosotros no podéis salvaros.
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Entonces los soldados cortaron los cabos del esquife, y lo dejaron caer.
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Cuando comenzó a ser de día, Pablo exhortaba a todos que comiesen, diciendo: Este es el décimocuarto día que esperáis y permanecéis en ayunas, no comiendo nada.
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Por tanto, os ruego que comáis por vuestra salud; que ni aun un cabello de la cabeza de ninguno de vosotros perecerá.
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Y habiendo dicho esto, tomando el pan, dio gracias a Dios en presencia de todos, y partiendo, comenzó a comer.
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Entonces todos teniendo ya mejor ánimo, comieron ellos también.
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Y éramos todas las personas en la nave doscientas setenta y seis.
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Y satisfechos de comida, aliviaban la nave, echando el grano al mar.
39
Cuando se hizo de día, no conocían la tierra; pero veían un golfo que tenía orilla, al cual acordaron echar, si pudiesen, la nave.
40
Alzando las anclas, se dejaron al mar, largando también las ataduras de los gobernalles; y alzada la vela mayor al soplo del aire, íbanse a la orilla.
41
Pero dando en un lugar de dos aguas, hicieron encallar la nave; y la proa, hincada, estaba sin moverse, y la popa se abría con la fuerza del mar.
42
Entonces el acuerdo de los soldados era que matasen los presos, para que ninguno se fugase nadando.
43
Mas el centurión, queriendo salvar a Pablo, estorbó este acuerdo, y mandó que los que pudiesen nadar, se echasen los primeros, y saliesen a tierra;
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y los demás, parte en tablas, parte en cosas de la nave. Y así aconteció que todos se salvaron saliendo a tierra.