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Por tanto, hermanos, santos, participantes de la vocación celestial, considerad al Apóstol y Sumo Sacerdote de nuestra profesión, Cristo Jesús,
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Fiel al que lo constituyó sobre toda su casa, como también lo fue Moisés.
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Porque de tanto mayor gloria que Moisés es estimado digno éste, cuanto tiene mayor dignidad que la casa el que la fabricó.
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Porque toda casa es edificada de alguno; y el que creó todas las cosas, es Dios.
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Y, Moisés a la verdad fue fiel sobre toda su casa, como siervo, pero para testificar lo que se había de decir;
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mas Cristo, como hijo sobre su casa, la cual casa somos nosotros, si hasta el fin retuviéremos firme la confianza y la esperanza gloriosa.
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Por lo cual, como dice el Espíritu Santo: Si oyereis hoy su voz,
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no endurezcáis vuestros corazones como en la provocación, en el día de la tentación en el desierto,
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donde me tentaron vuestros padres; me probaron, y vieron mis obras, cuarenta años.
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A causa de lo cual me enemisté con esta generación, y dije: Siempre yerran ellos de corazón, y no han conocido mis caminos.
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Y les juré en mi ira: No entrarán en mi Reposo.
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Mirad, hermanos, que en ninguno de vosotros haya corazón malo de infidelidad para apartarse del Dios vivo;
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antes exhortaos los unos a los otros cada día entre tanto que se dice: Hoy, para que ninguno de vosotros se endurezca con engaño de pecado;
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(porque participantes del Cristo somos hechos, si empero retuviéremos firme hasta el fin el principio de su sustancia.)
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Entre tanto que se dice: Si oyereis HOY su voz, no endurezcáis vuestros corazones, como en la provocación.
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Porque algunos de los que habían salido de Egipto con Moisés, habiendo oído, provocaron; aunque no todos.
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Mas ¿con cuáles se enemistó por cuarenta años? ¿No fue con los que pecaron, cuyos cuerpos cayeron en el desierto?
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¿Y a cuáles juró que no entrarían en su Reposo, sino a aquellos que no obedecieron?
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Y vemos que no pudieron entrar a causa de su incredulidad.