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Envió sobre ellos el ardor de su ira, furia, indignación y angustia, un ejército de ángeles destructores.
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Preparó senda para su ira; no eximió sus almas de la muerte, sino que entregó sus vidas a la plaga,
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e hirió a todos los primogénitos en Egipto, las primicias de su virilidad en las tiendas de Cam.
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Mas a su pueblo lo sacó como a ovejas, como a rebaño los condujo en el desierto;
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los guió con seguridad, de modo que no temieron, pero el mar se tragó a sus enemigos.
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Los trajo, pues, a su tierra santa, a esta tierra montañosa que su diestra había adquirido.
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Y expulsó a las naciones de delante de ellos; las repartió con medida por herencia, e hizo habitar en sus tiendas a las tribus de Israel.
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Empero ellos tentaron y provocaron al Dios Altísimo, y no guardaron sus testimonios,
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sino que se volvieron atrás y fueron desleales como sus padres; se desviaron como arco engañoso.
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Pues le provocaron con sus lugares altos, y despertaron sus celos con sus imágenes talladas.
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Al oírlo Dios, se indignó, y aborreció a Israel en gran manera.