2
Dios mío, en ti confío; no sea yo avergonzado, que no se regocijen sobre mí mis enemigos.
3
Ciertamente ninguno de los que esperan en ti será avergonzado; sean avergonzados los que sin causa se rebelan.
4
SEÑOR, muéstrame tus caminos, y enséñame tus sendas.
5
Guíame en tu verdad y enséñame, porque tú eres el Dios de mi salvación; en ti espero todo el día.
6
Acuérdate, oh SEÑOR, de tu compasión y de tus misericordias, que son eternas.
7
No te acuerdes de los pecados de mi juventud ni de mis transgresiones; acuérdate de mí conforme a tu misericordia, por tu bondad, oh SEÑOR.
8
Bueno y recto es el SEÑOR; por tanto, El muestra a los pecadores el camino.
9
Dirige a los humildes en la justicia, y enseña a los humildes su camino.
10
Todas las sendas del SEÑOR son misericordia y verdad para aquellos que guardan su pacto y sus testimonios.
11
Oh SEÑOR, por amor de tu nombre, perdona mi iniquidad, porque es grande.
12
¿Quién es el hombre que teme al SEÑOR? El le instruirá en el camino que debe escoger.
13
En prosperidad habitará su alma, y su descendencia poseerá la tierra.
14
Los secretos del SEÑOR son para los que le temen, y El les dará a conocer su pacto.
15
De continuo están mis ojos hacia el SEÑOR, porque El sacará mis pies de la red.
16
Vuélvete a mí y tenme piedad, porque estoy solitario y afligido.
17
Las angustias de mi corazón han aumentado; sácame de mis congojas.
18
Mira mi aflicción y mis trabajos, y perdona todos mis pecados.
19
Mira mis enemigos, que son muchos, y con odio violento me detestan.
20
Guarda mi alma y líbrame; no sea yo avergonzado, porque en ti me refugio.
21
La integridad y la rectitud me preserven, porque en ti espero.
22
Oh Dios, redime a Israel de todas sus angustias.