28
Como el Hijo del hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos.
29
Entonces saliendo ellos de Jericó, le seguía gran compañía.
30
Y he aquí dos ciegos sentados junto al camino, como oyeron que Jesús pasaba, clamaron, diciendo: Señor, Hijo de David, ten misericordia de nosotros.
31
Y la gente les reñía para que callasen; mas ellos clamaban más, diciendo: Señor, Hijo de David, ten misericordia de nosotros.
32
Y parándose Jesús, los llamó, y dijo: ¿Qué queréis que haga por vosotros?
33
Ellos le dicen: Señor, que sean abiertos nuestros ojos.
34
Entonces Jesús, teniendo misericordia de ellos, les tocó los ojos, y luego sus ojos recibieron la vista; y le siguieron.