9
Todas son sinceras para el que entiende, y rectas para los que han hallado conocimiento.
10
Recibid mi instrucción y no la plata, y conocimiento antes que el oro escogido;
11
porque mejor es la sabiduría que las joyas, y todas las cosas deseables no pueden compararse con ella.
12
Yo, la sabiduría, habito con la prudencia, y he hallado conocimiento y discreción.
13
El temor del SEÑOR es aborrecer el mal. El orgullo, la arrogancia, el mal camino y la boca perversa, yo aborrezco.
14
Mío es el consejo y la prudencia, yo soy la inteligencia, el poder es mío.
15
Por mí reinan los reyes, y los gobernantes decretan justicia.
16
Por mí gobiernan los príncipes y los nobles, todos los que juzgan con justicia.
17
Amo a los que me aman, y los que me buscan con diligencia me hallarán.
18
Conmigo están las riquezas y el honor, la fortuna duradera y la justicia.
19
Mi fruto es mejor que el oro, que el oro puro, y mi ganancia es mejor que la plata escogida.
20
Yo ando por el camino de la justicia, por en medio de las sendas del derecho,
21
para otorgar heredad a los que me aman y así llenar sus tesoros.
22
El SEÑOR me poseyó al principio de su camino, antes de sus obras de tiempos pasados.
23
Desde la eternidad fui establecida, desde el principio, desde los orígenes de la tierra.
24
Cuando no había abismos fui engendrada, cuando no había manantiales abundantes en aguas.
25
Antes que los montes fueran asentados, antes que las colinas, fui engendrada,
26
cuando El no había hecho aún la tierra y los campos, ni el polvo primero del mundo.
27
Cuando estableció los cielos, allí estaba yo; cuando trazó un círculo sobre la faz del abismo,
28
cuando arriba afirmó los cielos, cuando las fuentes del abismo se afianzaron,
29
cuando al mar puso sus límites para que las aguas no transgredieran su mandato, cuando señaló los cimientos de la tierra,
30
yo estaba entonces junto a El, como arquitecto; y era su delicia de día en día, regocijándome en todo tiempo en su presencia,
31
regocijándome en el mundo, en su tierra, y teniendo mis delicias con los hijos de los hombres.
32
Ahora pues, hijos, escuchadme, porque bienaventurados son los que guardan mis caminos.
33
Escuchad la instrucción y sed sabios, y no la menospreciéis.
34
Bienaventurado el hombre que me escucha, velando a mis puertas día a día, aguardando en los postes de mi entrada.
35
Porque el que me halla, halla la vida, y alcanza el favor del SEÑOR.
36
Pero el que peca contra mí, a sí mismo se daña; todos los que me odian, aman la muerte.