2
Cuando los justos aumentan, el pueblo se alegra; pero cuando el impío gobierna, el pueblo gime.
3
El que ama la sabiduría alegra a su padre, pero el que anda con rameras malgasta su fortuna.
4
El rey con la justicia afianza la tierra, pero el hombre que acepta soborno la destruye.
5
El hombre que adula a su prójimo tiende una red ante sus pasos.
6
El hombre malo es atrapado en la transgresión, pero el justo canta y se regocija.
7
El justo se preocupa por la causa de los pobres, pero el impío no entiende tal preocupación .
8
Los escarnecedores agitan la ciudad, pero los sabios alejan la ira.
9
Cuando un sabio tiene controversia con un necio, éste se enoja o se ríe, y no hay sosiego.
10
Los hombres sanguinarios odian al intachable, pero los rectos se preocupan por su alma.
11
El necio da rienda suelta a su ira, pero el sabio la reprime.
12
Si un gobernante presta atención a palabras mentirosas, todos sus servidores se vuelven impíos.
13
El pobre y el opresor tienen esto en común: el SEÑOR da la luz a los ojos de ambos.
14
El rey que juzga con verdad a los pobres afianzará su trono para siempre.
15
La vara y la reprensión dan sabiduría, pero el niño consentido averguenza a su madre.
16
Cuando aumentan los impíos, aumenta la transgresión, pero los justos verán su caída.
17
Corrige a tu hijo y te dará descanso, y dará alegría a tu alma.
18
Donde no hay visión, el pueblo se desenfrena, pero bienaventurado es el que guarda la ley.
19
Un siervo no se corrige sólo con palabras; aunque entienda, no responderá.
20
¿Ves a un hombre precipitado en sus palabras? Más esperanza hay para el necio que para él.
21
El que mima a su siervo desde la niñez, al final lo tendrá por hijo.
22
El hombre airado suscita rencillas, y el hombre violento abunda en transgresiones.