8
Vomitarás el bocado que has comido, y malgastarás tus cumplidos.
9
No hables a oídos del necio, porque despreciará la sabiduría de tus palabras.
10
No muevas el lindero antiguo, ni entres en la heredad de los huérfanos,
11
porque su Redentor es fuerte; El defenderá su causa contra ti.
12
Aplica tu corazón a la instrucción y tus oídos a las palabras del conocimiento.
13
No escatimes la disciplina del niño; aunque lo castigues con vara, no morirá.
14
Lo castigarás con vara, y librarás su alma del Seol
15
Hijo mío, si tu corazón es sabio, mi corazón también se me alegrará;
16
y se regocijarán mis entrañas cuando tus labios hablen lo que es recto.
17
No envidie tu corazón a los pecadores, antes vive siempre en el temor del SEÑOR;
18
porque ciertamente hay un futuro, y tu esperanza no será cortada.
19
Escucha, hijo mío, y sé sabio, y dirige tu corazón por el buen camino
20
No estés con los bebedores de vino, ni con los comilones de carne,
21
porque el borracho y el glotón se empobrecerán, y la somnolencia se vestirá de harapos
22
Escucha a tu padre, que te engendró, y no desprecies a tu madre cuando envejezca.
23
Compra la verdad y no la vendas, adquiere sabiduría, instrucción e inteligencia.
24
El padre del justo se regocijará en gran manera, y el que engendra un sabio se alegrará en él.
25
Alégrense tu padre y tu madre, y regocíjese la que te dio a luz.
26
Dame, hijo mío, tu corazón, y que tus ojos se deleiten en mis caminos.
27
Porque fosa profunda es la ramera, y pozo angosto es la mujer desconocida.
28
Ciertamente como ladrón acecha, y multiplica los infieles entre los hombres.