2
y pon cuchillo a tu garganta, si eres hombre de mucho apetito.
3
No desees sus manjares, porque es alimento engañoso.
4
No te fatigues en adquirir riquezas, deja de pensar en ellas
5
Cuando pones tus ojos en ella, ya no está. Porque la riqueza ciertamente se hace alas, como águila que vuela hacia los cielos.
6
No comas el pan del egoísta, ni desees sus manjares;
7
pues como piensa dentro de sí, así es. El te dice: Come y bebe, pero su corazón no está contigo.
8
Vomitarás el bocado que has comido, y malgastarás tus cumplidos.
9
No hables a oídos del necio, porque despreciará la sabiduría de tus palabras.
10
No muevas el lindero antiguo, ni entres en la heredad de los huérfanos,
11
porque su Redentor es fuerte; El defenderá su causa contra ti.
12
Aplica tu corazón a la instrucción y tus oídos a las palabras del conocimiento.
13
No escatimes la disciplina del niño; aunque lo castigues con vara, no morirá.
14
Lo castigarás con vara, y librarás su alma del Seol
15
Hijo mío, si tu corazón es sabio, mi corazón también se me alegrará;
16
y se regocijarán mis entrañas cuando tus labios hablen lo que es recto.
17
No envidie tu corazón a los pecadores, antes vive siempre en el temor del SEÑOR;
18
porque ciertamente hay un futuro, y tu esperanza no será cortada.
19
Escucha, hijo mío, y sé sabio, y dirige tu corazón por el buen camino
20
No estés con los bebedores de vino, ni con los comilones de carne,
21
porque el borracho y el glotón se empobrecerán, y la somnolencia se vestirá de harapos
22
Escucha a tu padre, que te engendró, y no desprecies a tu madre cuando envejezca.
23
Compra la verdad y no la vendas, adquiere sabiduría, instrucción e inteligencia.
24
El padre del justo se regocijará en gran manera, y el que engendra un sabio se alegrará en él.
25
Alégrense tu padre y tu madre, y regocíjese la que te dio a luz.
26
Dame, hijo mío, tu corazón, y que tus ojos se deleiten en mis caminos.
27
Porque fosa profunda es la ramera, y pozo angosto es la mujer desconocida.
28
Ciertamente como ladrón acecha, y multiplica los infieles entre los hombres.
29
¿De quién son los ayes? ¿De quién las tristezas? ¿De quién las contiendas? ¿De quién las quejas? ¿De quién las heridas sin causa? ¿De quién los ojos enrojecidos?
30
De los que se demoran mucho con el vino, de los que van en busca de vinos mezclados.
31
No mires al vino cuando rojea, cuando resplandece en la copa; entra suavemente,
32
pero al final como serpiente muerde, y como víbora pica.
33
Tus ojos verán cosas extrañas, y tu corazón proferirá perversidades.
34
Y serás como el que se acuesta en medio del mar, o como el que se acuesta en lo alto de un mástil.
35
Y dirás: me hirieron, pero no me dolió; me golpearon, pero no lo sentí. Cuando despierte, volveré a buscar más.