20
Como un sueño del que despierta, oh Señor, cuando te levantes, despreciarás su apariencia.
21
Cuando mi corazón se llenó de amargura, y en mi interior sentía punzadas,
22
entonces era yo torpe y sin entendimiento; era como una bestia delante de ti.
23
Sin embargo, yo siempre estoy contigo; tú me has tomado de la mano derecha.
24
Con tu consejo me guiarás, y después me recibirás en gloria.
25
¿A quién tengo yo en los cielos, sino a ti? Y fuera de ti, nada deseo en la tierra.
26
Mi carne y mi corazón pueden desfallecer, pero Dios es la fortaleza de mi corazón y mi porción para siempre.
27
Porque he aquí, los que están lejos de ti perecerán; tú has destruido a todos los que te son infieles.
28
Mas para mí, estar cerca de Dios es mi bien; en DIOS el Señor he puesto mi refugio, para contar todas tus obras.