17
hasta que entré en el santuario de Dios; entonces comprendí el fin de ellos.
18
Ciertamente tú los pones en lugares resbaladizos; los arrojas a la destrucción.
19
¡Cómo son destruidos en un momento! Son totalmente consumidos por terrores repentinos.
20
Como un sueño del que despierta, oh Señor, cuando te levantes, despreciarás su apariencia.
21
Cuando mi corazón se llenó de amargura, y en mi interior sentía punzadas,
22
entonces era yo torpe y sin entendimiento; era como una bestia delante de ti.
23
Sin embargo, yo siempre estoy contigo; tú me has tomado de la mano derecha.
24
Con tu consejo me guiarás, y después me recibirás en gloria.
25
¿A quién tengo yo en los cielos, sino a ti? Y fuera de ti, nada deseo en la tierra.
26
Mi carne y mi corazón pueden desfallecer, pero Dios es la fortaleza de mi corazón y mi porción para siempre.
27
Porque he aquí, los que están lejos de ti perecerán; tú has destruido a todos los que te son infieles.