3
Sé para mí una roca de refugio, a la cual pueda ir continuamente; tú has dado mandamiento para salvarme, porque tú eres mi roca y mi fortaleza.
4
Dios mío, rescátame de la mano del impío, de la mano del malhechor y del implacable,
5
porque tú eres mi esperanza; oh Señor DIOS, tú eres mi confianza desde mi juventud.
6
De ti he recibido apoyo desde mi nacimiento; tú eres el que me sacó del seno de mi madre; para ti es continuamente mi alabanza.
7
He llegado a ser el asombro de muchos, pero tú eres mi refugio fuerte.
8
Llena está mi boca de tu alabanza y de tu gloria todo el día.
9
No me rechaces en el tiempo de la vejez; no me desampares cuando me falten las fuerzas.
10
Porque mis enemigos han hablado de mí; y los que acechan mi vida han consultado entre sí,
11
diciendo: Dios lo ha desamparado; perseguidlo y apresadlo, pues no hay quien lo libre.
12
Oh Dios, no estés lejos de mí; Dios mío, apresúrate a socorrerme.
13
Sean avergonzados y consumidos los enemigos de mi alma; sean cubiertos de afrenta y de ignominia los que procuran mi mal.