2
¡Oh tú, que escuchas la oración! Hasta ti viene todo hombre .
3
Las iniquidades prevalecen contra mí; mas nuestras transgresiones tú las perdonas.
4
Cuán bienaventurado es el que tú escoges, y acercas a ti, para que more en tus atrios. Seremos saciados con el bien de tu casa, tu santo templo.
5
Con grandes prodigios nos respondes en justicia, oh Dios de nuestra salvación, confianza de todos los términos de la tierra, y del más lejano mar;
6
tú, el que afirma los montes con su poder, ceñido de potencia;
7
el que calma el rugido de los mares, el estruendo de las olas, y el tumulto de los pueblos.
8
Por eso los que moran en los confines de la tierra temen tus obras, tú haces cantar de júbilo a la aurora y al ocaso.
9
Tú visitas la tierra y la riegas en abundancia, en gran manera la enriqueces; el río de Dios rebosa de agua; tú les preparas su grano, porque así preparas la tierra.
10
Riegas sus surcos abundantemente, allanas sus camellones, la ablandas con lluvias, bendices sus renuevos.
11
Tú has coronado el año con tus bienes, y tus huellas destilan grosura.
12
Destilan los pastos del desierto, y los collados se ciñen de alegría.
13
Las praderas se visten de rebaños, y los valles se cubren de grano; dan voces de júbilo, sí, cantan.