5
Pues soy pecador de nacimiento,
así es, desde el momento en que me concibió mi madre.
6
Pero tú deseas honradez desde el vientre
y aun allí me enseñas sabiduría.
7
Purifícame de mis pecados,
y quedaré limpio;
lávame, y quedaré más blanco que la nieve.
8
Devuélveme la alegría;
deja que me goce
ahora que me has quebrantado.
9
No sigas mirando mis pecados;
quita la mancha de mi culpa.
10
Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio
y renueva un espíritu fiel dentro de mí.
11
No me expulses de tu presencia
y no me quites tu Espíritu Santo.
12
Restaura en mí la alegría de tu salvación
y haz que esté dispuesto a obedecerte.
13
Entonces enseñaré a los rebeldes tus caminos,
y ellos se volverán a ti.
14
Perdóname por derramar sangre, oh Dios que salva;
entonces con alegría cantaré de tu perdón.
15
Desata mis labios, oh Señor,
para que mi boca pueda alabarte.
16
Tú no deseas sacrificios; de lo contrario, te ofrecería uno.
Tampoco quieres una ofrenda quemada.
17
El sacrificio que sí deseas es un espíritu quebrantado;
tú no rechazarás un corazón arrepentido y quebrantado, oh Dios.
18
Mira a Sión con tu favor y ayúdala;
reconstruye las murallas de Jerusalén.
19
Entonces te agradarán los sacrificios ofrecidos con un espíritu correcto;
con ofrendas quemadas y ofrendas quemadas enteras.
Entonces volverán a sacrificarse toros sobre tu altar.