2
Escucha mi grito de auxilio, mi Rey y mi Dios,
porque sólo a ti dirijo mi oración.
3
Señor
, escucha mi voz por la mañana;
cada mañana llevo a ti mis peticiones y quedo a la espera.
4
Oh Dios, la maldad no te agrada;
no puedes tolerar los pecados de los malvados.
5
Por lo tanto, los orgullosos no pueden estar en tu presencia,
porque aborreces a todo el que hace lo malo.
6
Destruirás a los que dicen mentiras;
el Señor
detesta a los asesinos y a los engañadores.
7
Gracias a tu amor inagotable, puedo entrar en tu casa;
adoraré en tu templo con la más profunda reverencia.
8
Guíame por el camino correcto, oh Señor
,
o mis enemigos me conquistarán;
allana tu camino para que yo lo siga.
9
Mis enemigos no pueden decir la verdad;
sus deseos más profundos son destruir a los demás.
Lo que hablan es repugnante, como el mal olor de una tumba abierta;
su lengua está llena de adulaciones.
10
Oh Dios, decláralos culpables
y haz que caigan en sus propias trampas;
expúlsalos a causa de sus muchos pecados,
porque se rebelaron contra ti.
11
Pero que se alegren todos los que en ti se refugian;
que canten alegres alabanzas por siempre.
Cúbrelos con tu protección,
para que todos los que aman tu nombre estén llenos de alegría.
12
Pues tú bendices a los justos, oh Señor
;
los rodeas con tu escudo de amor.