1
Salmo 44
Para el director del coro: salmo
de los descendientes de Coré.
Oh Dios, lo oímos con nuestros propios oídos,
nuestros antepasados nos han contado
de todo lo que hiciste en su época,
hace mucho tiempo atrás:
2
Con tu poder expulsaste a las naciones paganas
y entregaste toda la tierra a nuestros antepasados.
Aplastaste a sus enemigos
y liberaste a nuestros antepasados.
3
No fue con sus espadas que conquistaron la tierra,
ni sus brazos fuertes les dieron la victoria.
Fueron tu mano derecha y tu brazo fuerte,
y la luz cegadora de tu rostro que los ayudó,
porque los amabas.
4
Tú eres mi Rey y mi Dios;
tú decretas las victorias de Israel.
5
Solo con tu poder hacemos retroceder a nuestros enemigos,
solo en tu nombre podemos pisotear a nuestros adversarios.
6
No confío en mi arco
ni dependo de que mi espada me salve.
7
Tú eres el que nos da la victoria sobre nuestros enemigos;
avergüenzas a los que nos odian.
8
Oh Dios, todo el día te damos gloria
y alabamos tu nombre constantemente.
Interludio
9
Pero ahora nos hiciste a un lado en deshonra;
ya no estás al frente de nuestros ejércitos en batalla.
10
Nos haces huir en retirada de nuestros enemigos
y dejas que los que nos odian saqueen nuestra tierra.
11
Nos descuartizaste como a ovejas,
y nos esparciste entre las naciones.
12
Vendiste a tu precioso pueblo por una miseria
y no ganaste nada con la venta.
13
Permites que nuestros vecinos se burlen de nosotros;
somos objeto de desprecio y desdén de quienes nos rodean.
14
Nos has hecho el blanco de sus bromas;
menean la cabeza ante nosotros en señal de desprecio.
15
No podemos escapar de la constante humillación;
tenemos la vergüenza dibujada en el rostro.
16
Lo único que oímos son los insultos de los burlones;
lo único que vemos es a nuestros enemigos vengativos.
17
Todo esto ocurrió aunque nunca te hemos olvidado
ni desobedecimos tu pacto.
18
Nuestro corazón no te abandonó
ni nos hemos extraviado de tu camino.
19
Sin embargo, nos aplastaste en el desierto, donde vive el chacal;
nos cubriste de oscuridad y muerte.
20
Si nos hubiéramos olvidado del nombre de nuestro Dios
o hubiéramos extendido las manos en oración a dioses ajenos,